Un atleta, que era muy conocido de sus conciudadanos por su debilidad, partió un día para tierras lejanas.
Volvió después de algún tiempo, anunciando que había llevado a cabo grandes proezas en distintos países; contaba con especial esmero haber hecho en Rodas un salto que nunca antes ninguno de los atletas coronados en los juegos olímpicos había sido capaz de realizar, agregando además que presentaría los testigos de su hazaña si algunos de los que allí se hallaban presentes venían alguna vez a su tierra.
Uno de los oyentes tomó la palabra y dijo:
—Oye, amigo: si eso es cierto, no necesitamos testigos; esto es Rodas, da el salto y muéstralo.
Si no puedes probar con los hechos lo que dices, no estás diciendo nada.
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